A pesar de los temblores y las dudas en marzo, cuando el Atlético se adentró en la incertidumbre del coronavirus fuera de su ya habitual montura de Champions, los de Simeone concretaron su billete a la máxima competición dos jornadas antes del final. Por octava temporada consecutiva los rojiblancos navegarán entre la élite europea. Hizo falta un gol con el hombro de Diego Costa para resolver una asfixiante noche que siempre anduvo lejos de ser tranquila. Entre el desparpajo de un Betis sin bridas y los chivatazos del VAR, tocó esperar hasta bien entrado el segundo acto. Y sufrir. Demasiado quizás. Aunque todo eso ya da igual. [1-0: Narración y estadística]
Porque el Betis no se presentó en Madrid para hacer turismo. Al contrario. Se lanzó al cuello del Atlético como si su vida pendiera aún de esos tres puntos. Entre los pensamientos y los hechos de Canales, al que siempre miraban sus compañeros, y los destellos de Fekir, los verdiblancos exigieron un punto extra de gas a los locales. Hasta Oblak, que hizo la estatua con un zarpazo cruzado de Guardado, resopló en señal de alivio. El potente Loren también andaba siempre amenazante por el área, pero tuvo clemencia cuando el portero esloveno estaba ya rendido. Los andaluces nunca estuvieron por la labor de poner una alfombra a la entrada de los atléticos en la próxima Champions.
La mejor carta del Atlético, como viene siendo habitual, fue de inicio Marcos Llorente. Cuando da una zancada, el césped tiembla. Lo perciben los defensas rivales, los del Betis, en este caso, que hace sólo unos meses apenas le prestaban atención. Hoy sus escorzos y acelerones, como levitando sobre el verde, generan ansiedad a quien tiene que echarle el lazo. Los primeros destellos rojiblancos, como de costumbre, fueron suyos. Con un latigazo despertó a su equipo de la modorra y con otro tic de delantero puro dejó el balón bien reposadito a Koke. Ahora mismo no hay mejor pareja de baile con la que acudir a cualquier selecto evento. Bien lo agradece Morata, que anoche compartió velada con él.