Cuando la Liga, la RFEF, el CSD y en general todo el deporte español ya empezaban a descorchar las botellas de champán por un final exitoso de la competición tras tantos meses de incertidumbre sanitaria, la Covid-19 hizo su aparición. Rotunda e insoslayable, en el peor momento y en el peor lugar. Apenas dos horas antes de que empezara el decisivo Deportivo-Fuenlabrada de Segunda División, clave tanto para el descenso como para el playoff de ascenso, al menos 12 positivos, siete de ellos futbolistas, en el club madrileño hicieron saltar todo por los aires.
Ante la evidencia de que ese partido no se podía disputar por cuestiones sanitarias, la tesitura fue si suspenderlos todos -10 se jugaban a la misma hora- o no en aras de la igualdad de la competición. Finalmente, y por unanimidad, la decisión fue que el resto de la jornada se disputara con normalidad y aplazar el Deportivo-Fuenlabrada para cuando no haya riesgo alguno para la salud de los futbolistas, a priori no antes de 10 días. Poco le importará ya al Dépor, al que las victorias de sus rivales directos le han condenado al descenso a Segunda B haga lo que haga.