«Ahora es cuando empieza el baile». Como si Mendizorroza estuviera acogiendo aquella verbena tardía con la que Marsé, que se decía aprendiz, arrancaba sus Últimas tardes con Teresa. Como si, de repente, el verano se reconociera por fin en las caras de los jugadores del Barcelona. Por fin alegres. Por fin entusiasmados con su trabajo. Dispuestos, de repente, a echar una mano a su entrenador, Quique Setién. Leo Messi descubrió que sus aliados deben ser los que vienen, nunca los que se van. Así que se dejó contagiar por la irreverencia de Riqui Puig y Ansu Fati y, en una función coral, su equipo cerró la Liga con un mensaje: otro Barça era posible. [Narración y estadísticas]
Quién sabe qué deparará esa Champions de pandemia en la que todo partido traerá consigo un aroma a fin de trayecto. Sin embargo, si aún había alguna duda respecto a los futbolistas que deberían afrontar esa primera prueba frente al Nápoles del 8 de agosto, no hubo más que acudir a lo acontecido en la calurosa tarde de domingo en Vitoria. Ronald Araujo no cometió un solo error como central. Ansu Fati, a sus 17 años, demostró que esta primera temporada en la élite va mucho más allá de un simple bautismo. Ha concluido la Liga con siete goles, dos menos que el famoso Griezmann, aunque con una participación mucho más residual (un gol cada 135 minutos). Mientras que con Riqui Puig basta un simple vistazo. El menudo centrocampista gobierna y templa. Avanza y rompe líneas. Por supuesto, asiste. Y también remata. Su martillazo desde fuera del área al larguero así lo corroboró. Y también sirvió para negar su presunta delicadeza. Juzgar por el aspecto nunca fue una buena idea.
Cierto es que el Alavés nada se jugaba después de haber salvado la categoría la pasada jornada. Pero no dejó de sorprender el ímpetu con el que los futbolistas del Barcelona afrontaron un partido en el que llegó con lo puesto: con 12 jugadores del primer equipo. De hecho, Setién sólo dispuso de tres futbolistas de campo en el banquillo, acompañados de dos porteros (Ter Stegen y Arnau Tenas).
Nada importó. Hasta tres veces golpearon los futbolistas del Barça contra el palo en el primer cuarto de hora, con Riqui, Arturo Vidal y Messi como grandes aspirantes al primer gol. Éste llegó, precisamente, después de un centro mordido desde el costado al que acudió Ansu Fati con decisión.