Si el marcador lo hubiesen definido las imprecisiones, los pases fáciles errados o las malas decisiones con la pelota, el resultado de San Mamés habría sido digno de un partido de balonmano. O incluso de baloncesto. Pero era fútbol, al menos pretendía serlo, y los dos goles que se marcaron fueron incluso exagerados para lo que se vio sobre el terreno de juego. Un Athletic de serie b por las ausencias obligadas y las rotaciones no menos obligadas tras la prórroga copera del jueves y un Valencia que, como durante todo el curso, hace lo que puede y a veces lo que no debe. Porque los dos goles, uno en cada portería, los marcaron jugadores de Javi Gracia.
Para Marcelino era un encuentro muy comprometido porque no contaba con Raúl García, Muniain y Villalibre. Y Williams, físicamente tocado, jugó los 90 minutos porque no había ningún otro delantero disponible. Con Yeray, Yuri y De Marcos ocupando plaza en el banquillo, era un equipo más parecido al que naufragó en las primeras partes de Copa ante Ibiza y Alcoyano. El técnico asturiano ha revitalizado al Athletic, pero no ha conseguido todavía integrar en la dinámica positiva a hombres de la segunda unidad como Morcillo, Berenguer y Sancet. Algo de culpa tienen también los futbolistas, claro, que a ratos jugaban como si se acabaran de conocer.