La Liga está, por fin, de vuelta. Más de tres meses han pasado desde la última vez que rodó el balón en Primera y, como en aquella ocasión en Ipurua, fue con un partido a puerta cerrada. Sin público, el fútbol es menos fútbol, pero es un comienzo, un atisbo de que la normalidad está algo más cerca.
Al derbi sevillano le faltaba quizás lo más importante, el calor de una de las aficiones más pasionales de España, pero ello no evitó que el Sevilla fuera muy superior al Betis y se llevara con justicia la victoria gracias a una actuación estelar de Lucas Ocampos, autor del primer gol y asistente en el segundo.
La frialdad general que se percibía en el ambiente pareció trasladarse a los jugadores y el encuentro parecía más uno de pretemporada entre un equipo alemán y otro suizo que un derbi de la máxima rivalidad entre dos equipos irreconciliables. Ni faltas, ni enganchones, ni polémicas, quién sabe si por la falta de público en las gradas o quizás por la falta de ritmo después de más de tres meses sin jugar, un confinamiento y una extraña preparación.